
Un día estaba trabajando y llegó la hora del almuerzo, como no había llevado nada me fui a un supermercado a pillar algo rápido para comer, me cogí algo de embutido, pan, algo para beber y zas! Allí lo veo un paquete de Tang cojo el paquete y una botella de agua de litro y medio, y me dirijo a almorzar, con el resto de compañeros, nos echamos unas risas con el tang y lo comparto con ellos, acabamos de almorzar y seguimos trabajando tranquilamente, el día pasó normalmente, pero a la vuelta algo no funcionaba en mi estomago noté como un pinchazo, ese día había subido a trabajar con mi amigo Miquel, al que le dije “nen, para en la gasolinera que creo que el Tang no me ha sentado muy bien” Mi colega que siempre anda sueltecillo del estomago me entiende perfectamente y paramos en la gasolinera que es donde quedamos siempre con el resto de compañeros, voy corriendo hacia el WC, de la gasolinera, y me lo encuentro cerrado, con un cartel que pone “pida la llave en el interior” fui hacia allí con toda la dignidad que mi intestino me permitía, y allí en lugar de “la bicho” que era la mujer que trabajaba normalmente y que como dice su apodo era tela de fea, pues eso en lugar de eso había una joven chica rubia bastante agradable i guapa que me dijo no te preocupes usa el baño de empleados que el de fuera está muy sucio, eso era más de lo que uno podía pedir cuando se dispone a cagar en una gasolinera, así que entré en el baño de empleados cerré la puerta y mientras me dirigía hacia la taza me fui bajando los pantalones ya que el apretón era insoportable, hice una ultima estirada mientras me giraba para ensamblar mi culo en el trono, pero… no, no llegué a tiempo y estuqué la tapa y la propia taza, mientras eso pasaba, mi vista buscó el rollo

de papel de vater y un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver el cartoncillo solo, quería llorar, pensé y pensé con la ligereza que puede pensar uno con el panorama que se me presentaba, así pues tomé una salomónica decisión: deshice el cartoncillo como pude y usé la mitad para limpiarme yo y la otra mitad para intentar arreglar el estropicio del suelo y la taza, obviamente el cartoncillo no dio para mucho y ni yo ni el servicio quedaron muy bien parados, así que cogí aire y con la cabeza baja mirando al suelo salí rápidamente de la gasolinera, me crucé con la dependienta a la que sin mirarla le dije “Adiós, y gracias” y lo peor de todo estaba por llegar cuando de sus labios salían las palabras “Gracias a ti”, no pude dejar de imaginarme la cara que pondría la chica al abrir la puerta del baño, mientras le decía a mi colega “arranca, tío vámonos” como si hubiera atracado la gasolinera, de esta experiencia he sacado el no salir de casa sin clinex, o toallitas, y la dependienta a no fiarse de los desconocidos, digo yo.